A los 18 años, nada más terminar el bachillerato en una pequeña ciudad ucraniana, hizo las maletas y se fue a Moscú a estudiar el Diseño de interiores en una Universidad de la capital rusa.
Su hermana mayor trabajaba ahí como ayudante del realizador de una productora de cine.
Terminados sus estudios y por ser número uno de su promoción y con un premio en metálico por su proyecto final, fue fichada por una multinacional. Pasó ser de una de las diseñadoras a la Directora del departamento en 4 años y a ser nombrada Directora nacional más jóven entre todos los países donde su empresa estaba presente dos años más tarde.
Viajó por todo el país donde sus jefes inauguraban sus tiendas, instruyó a sus jóvenes subordinados; participó en varios concursos nacionales e internacionales de diseño, ganó varios premios.
Ha estado por trabajo y de vacaciones en más de 50 países y en 2009 aterrizó en Madrid para incorporase a uno de los nuevos centros de la multinacional escandinava para seguir dirigiendo el equipo de profesionales de diseño.
Por primera vez en casi 20 años se sintió incómoda con sus compañeros de trabajo que conspiraban contra ella, la ninguneaban, intentaban ponerla en evidencia ante los jefes superiores. Quizás por envidia, quizás por el resentimiento de no haber sido promocionados dentro de su colectivo laboral o quizás porque por primera vez les estaba dirigiendo una mujer rusa. No lo sabremos nunca.
Una d emis afiliadas la conoció por pura casualidad y me llamó para que fueramos a comer juntas.
La pregunté si salía con alguien y me contestó:
- Todavía no hablo bien el español, solo inglés, trabajo hasta los sábados, llego a mi casa a las 22:30.
Ni siquiera tengo plantas en casa, se me mueren, siempre estoy fuera. Mis posibilidades de conocer a un hombre que me guste son nulas.
Y le ofrecí rellenar el cuestionario para presentarle a alguien de mis clientes.
Entre varios posibles candidatos hemos seleccionado a Juan, un funcionario con un puesto de cierta responsabilidad, un hombre de 42 años, soltero, sin hijos que se describía antes que nada como una buena persona, legal y fiel, con ganas de tener una relación seria y caasarse. Parecía muy entusiasmado al conocer a Olesya.
A pesar de que le preocupaba a mi nueva afiliada que mi cliente no tenía muy blanca la dentadura, que no siempre venía con las uñas arregladas, pensamos que eran quizás gajes del oficio un hombre solo y algo abandonado, que con el tiempo y más confianza le pudiera aconsejar hacer algún que otro arreglito…
Fueron a cenar varias veces a VIPs, la elección de él, hablaron de un montón de cosas en las que coincidían y de aficiones que podrían compartir.
Parecía majo pero un día Olesya me llamó y me dijo:
- Sabes, estoy algo confusa... después de preguntarme muchas cosas personales e incluso íntimas que parecía un cotilla, pasadas dos o tres citas me las volvió a preguntar de nuevo.
No sé si intentaba pillarme con alguna mentira pero no entiendo por qué, o simplemente no se acordaba de las cosas que parecía le interesaban.
- Bueno, tranquila, algunos hombres son muy despistados y en el caso de Juan es posible que sus gajes de oficio pueden con él y tienes razón, te lo pregunta por si no le has contado la verdad...
Unos días más trade tuvimos otra conversación:
- Después de tanto VIP´s le invité a un japonés que me encantaba y le propuese eligir ya que me había comentado que le fascinaba la comida oriental. Su elección costó 120€, y mi amigo me pasó sin dudar el platito con la cuenta diciendo que ya que yo había elegido el sitio, sería lógico que la pagara yo.
Vale, la pagué pero me quedé con una desagradable sensación de como si este chaval fuera tan cutre, como si no supiera tratar a una mujer a sus 42 años y su trabajo estable de funcionario del cual presumía.
Y unos días más tarde le comenté que en mi apartamento hacía mucho frío y que llegué al acuerdo con mi casera de rebajar el precio de alquiler y yo, a cambio, instalaría radiadores. Le pedí a Juan que me acompañara a elegir radiadores y me dijo:
- Espérate un par de meses, los radiadores en primavera serán más baratos y no te van a clavar tanto como ahora.
Olesya no le volvió a ver, le dijo por teléfono que no le llamara más, que no quería volver a verle ya que de que le servía un hombre que no era capaz escuchar ni oír, implicarse aunque fuera un poco en su vida y actuar AHORA, no esperar las rebajas.
- Soy una mujer independiente, autosuficiente, he llegado a los 38 sin depender de nadie, pero sabes, para estar con un hombre inútil, tan poco atento y tan cutre en realidad y seguir aparentando una mujer fuerte cuando apetece ser ese sexo débil como nos llaman, para qué necesito ESO?
Y ESO, el “héroe abandonado” a los tres días estaba reclamando que le presentasen a nuevas candidatas, rubias con ojos azules. Y no entiende por qué ninguna repite después de su primera cita.
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