Es mejor vivir solo, no hay amistad con un necio.
Que uno viva solo, evitando todo mal,
estando libre de preocupaciones,
como un elefante paseándose solo por el bosque"
(Buda Gautama)
Las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y los últimos estudios sociológicos muestran que cada vez más gente vive
sola.
Algunos lo odian, otros se acostumbran y hasta notan sus ventajas, y los hay que son solteros y solos por convicción y son felices con ello.
Algunos lo odian, otros se acostumbran y hasta notan sus ventajas, y los hay que son solteros y solos por convicción y son felices con ello.
A efectos sociales la soledad ha perdido su enigma y matiz negativo.
En España se barajan cifras entre 6 y 8 millones de solteros viviendo solos, el 65% de los cuales consideran su soledad un valor positivo.
En España se barajan cifras entre 6 y 8 millones de solteros viviendo solos, el 65% de los cuales consideran su soledad un valor positivo.
Algunas consecuencias de vivir solo:
“El sofá es para tu único uso y disfrute, y confirmas lo que siempre habías sospechado: estos muebles no están diseñados para sentarte, sino para estar tumbado”. “Puedes improvisar planes en tu casa sobre la marcha, sin avisar a nadie: cenas, copas de última hora, partidas de cartas o de Trivial…”.
“El sofá es para tu único uso y disfrute, y confirmas lo que siempre habías sospechado: estos muebles no están diseñados para sentarte, sino para estar tumbado”. “Puedes improvisar planes en tu casa sobre la marcha, sin avisar a nadie: cenas, copas de última hora, partidas de cartas o de Trivial…”.
“Es la época
perfecta para subir en el escalafón profesional. Sí, sí puedes hacer un
viaje de negocios. Sí, sí puedes quedarte unas horas después del
trabajo. Sí, sí te apuntas al curso de formación. Y claro que tendrás el
informe listo mañana a primera hora”.
“Hacer la compra en el
supermercado es mucho más sencillo. Llenas el carrito con toooodo lo que
quieres, tras pasearte libremente por los pasillos empleando el tiempo
que consideres necesario”.
“Sensación de libertad. Lo que hagas con tu tiempo libre depende sólo de ti. Cuando piensas en el camino que quieres seguir, no tienes que pensar por dos. Sólo tus circunstancias y tus deseos guían tus pasos”.
Estas afirmaciones forman parte de una lista que la revista Impar
publicó en marzo del 2001, donde recogían las ventajas de vivir solo.
No todo el mundo que vive solo es porque quiere, pero también es cierto
que cada vez hay más gente que vive sola y no repara en cantar las
excelencias de esta forma de vida.
¿Qué hay detrás de esta tendencia?
Los medios de comunicación acostumbran a hacer una valoración negativa y aluden a un individualismo nocivo.
Pero es tan mala la soledad?
Los medios de comunicación acostumbran a hacer una valoración negativa y aluden a un individualismo nocivo.
Pero es tan mala la soledad?
Según las estadísticas sociológicas vivir solo es un fenómeno social
que no para de crecer. Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología
de la Universidad de Deusto, lo tiene claro. Según el Instituto Nacional
de Estadística, a partir de los datos de los censos de la población
española, cada vez hay más gente que vive sola.
“Los hogares unipersonales, en la década 1991-2001, han aumentado un 81,9%”.
Datos más recientes, también del Instituto Nacional de Estadística, pero a partir de la explotación de la Encuesta de Población Activa publicados en su informe Mujeres y hombres en España 2010, confirman esta tendencia:
“El número de hogares unipersonales ha aumentado significativamente en el periodo 2000-2008, pero en mayor medida los hogares formados por un hombre solo, cuyo número casi se ha duplicado en este periodo”.
Aunque no hay datos oficiales hasta el 2012, cuando la crisis está afectando las economías personales y puede estar provocando que algunas personas que vivían solas se hayan reincorporado al hogar familiar.
Volviendo al informe del INE del 2010, si en el 2000 había casi dos millones de hogares unipersonales, en el 2008 se sobrepasaban los tres millones.
“Los hogares unipersonales, en la década 1991-2001, han aumentado un 81,9%”.
Datos más recientes, también del Instituto Nacional de Estadística, pero a partir de la explotación de la Encuesta de Población Activa publicados en su informe Mujeres y hombres en España 2010, confirman esta tendencia:
“El número de hogares unipersonales ha aumentado significativamente en el periodo 2000-2008, pero en mayor medida los hogares formados por un hombre solo, cuyo número casi se ha duplicado en este periodo”.
Aunque no hay datos oficiales hasta el 2012, cuando la crisis está afectando las economías personales y puede estar provocando que algunas personas que vivían solas se hayan reincorporado al hogar familiar.
Volviendo al informe del INE del 2010, si en el 2000 había casi dos millones de hogares unipersonales, en el 2008 se sobrepasaban los tres millones.
Cristina López,
socióloga, profesora de la Universitat de Barcelona, e Isabel Pujadas,
catedrática de la misma universidad especializada en población y
demografía, autoras del artículo Transformaciones sociodemográficas y territoriales de los hogares unipersonales en España,
publicado el año pasado en el número 55 del boletín de la Asociación de
Geógrafos Españoles, también certifican el aumento de personas que
viven solas y explican que en las últimas décadas “los hogares
unipersonales en España han crecido espectacularmente, han diversificado
su composición y han dejado de ser exclusivos de las áreas rurales para
convertirse en tipologías de gran peso en las grandes ciudades”.
También se está produciendo una diversificación del perfil de las personas que viven solas:
“Estos dejan de representar en exclusiva el envejecimiento de la población”.
Y si bien ha habido un incremento del número de extranjeros residentes en España, acostumbran a compartir una misma vivienda porque no siempre pueden asumir los costes de vivir solos.
También se está produciendo una diversificación del perfil de las personas que viven solas:
“Estos dejan de representar en exclusiva el envejecimiento de la población”.
Y si bien ha habido un incremento del número de extranjeros residentes en España, acostumbran a compartir una misma vivienda porque no siempre pueden asumir los costes de vivir solos.
Pueden destacarse cuatro grupos de personas que viven solas:
- las mujeres mayores, viudas, inactivas;
- hombres y mujeres jóvenes, solteros, de condición socio-económica media;
- hombres jóvenes-maduros, separados y/o divorciados, técnicos y profesionales cualificados (cuando hay hijos de por medio es frecuente que la madre mantenga la guarda y custodia de los mismos, lo que refuerza la sobrerrepresentación masculina de solitarios entre los 35 y 50 años);
- y otras situaciones complejas*.
En este último caso*, se ha observado un incremento de las personas con pareja que residen en solitario.
De todos estos perfiles, emerge con fuerza el de “hombres, jóvenes y solteros o maduros-jóvenes separados y divorciados con un nivel de instrucción elevado y categoría socioeconómica media o alta”, destacan Cristina López e Isabel Pujadas.
- las mujeres mayores, viudas, inactivas;
- hombres y mujeres jóvenes, solteros, de condición socio-económica media;
- hombres jóvenes-maduros, separados y/o divorciados, técnicos y profesionales cualificados (cuando hay hijos de por medio es frecuente que la madre mantenga la guarda y custodia de los mismos, lo que refuerza la sobrerrepresentación masculina de solitarios entre los 35 y 50 años);
- y otras situaciones complejas*.
En este último caso*, se ha observado un incremento de las personas con pareja que residen en solitario.
De todos estos perfiles, emerge con fuerza el de “hombres, jóvenes y solteros o maduros-jóvenes separados y divorciados con un nivel de instrucción elevado y categoría socioeconómica media o alta”, destacan Cristina López e Isabel Pujadas.
Según el informe Mujeres y hombres en España 2010 antes citado, en las edades jóvenes y adultas (hasta los 54 años) son más frecuentes
los hogares unipersonales masculinos.
Pero a partir de los 55 años sucede lo contrario y son más frecuentes los hogares unipersonales femeninos.
A pesar del aumento de personas que viven solas, todavía está lejos de las cifras de algunos países europeos, como el caso de Francia, donde según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) hay más de ocho millones de hogares franceses compuestos por una sola persona adulta. Y según el sociólogo Ludger Veelken, de la Universidad de Dortmund, Alemania tiene el número más alto de hogares unipersonales en Europa, con más de doce millones de personas viviendo solas.
Pero a partir de los 55 años sucede lo contrario y son más frecuentes los hogares unipersonales femeninos.
A pesar del aumento de personas que viven solas, todavía está lejos de las cifras de algunos países europeos, como el caso de Francia, donde según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee) hay más de ocho millones de hogares franceses compuestos por una sola persona adulta. Y según el sociólogo Ludger Veelken, de la Universidad de Dortmund, Alemania tiene el número más alto de hogares unipersonales en Europa, con más de doce millones de personas viviendo solas.
Cuando se buscan las razones
de este fenómeno, los expertos, tanto sociólogos como psicólogos,
aportan varios factores. Para el sociólogo Javier Elzo tras esta
tendencia hay dos pilares: la individualización y la secularización de
la sociedad actual. “Hoy vivimos un periodo de mutación histórica que se
basa, cual trípode inestable, en tres dimensiones: la globalización, la
revolución tecnológica y el nuevo papel de la mujer.
Esto da lugar a una instauración de valores en los que prima la búsqueda del bienestar desde el modelo de la individualización”.
Carmen Lora, psicóloga clínica, investigadora en salud mental comunitaria y coordinadora de un programa transversal de atención a las personas mayores, quiere matizar el peso de la individualización, porque “vivir solo no significa estar inmerso en un proceso de individualización, al fin y al cabo hay que aceptar que todos dependemos de los otros. No es tan habitual encontrarse con personas que no han intentado vivir en pareja. Vivir solo responde a momentos biográficos, desde el desengaño con la pareja unido a la independencia económica, a la búsqueda de identidad que algunos asocian con la elección de escoger voluntariamente vivir solos como viaje interior”.
Las personas mayores que viven solas porque han enviudado serían un caso aparte en todas estas consideraciones.
Esto da lugar a una instauración de valores en los que prima la búsqueda del bienestar desde el modelo de la individualización”.
Carmen Lora, psicóloga clínica, investigadora en salud mental comunitaria y coordinadora de un programa transversal de atención a las personas mayores, quiere matizar el peso de la individualización, porque “vivir solo no significa estar inmerso en un proceso de individualización, al fin y al cabo hay que aceptar que todos dependemos de los otros. No es tan habitual encontrarse con personas que no han intentado vivir en pareja. Vivir solo responde a momentos biográficos, desde el desengaño con la pareja unido a la independencia económica, a la búsqueda de identidad que algunos asocian con la elección de escoger voluntariamente vivir solos como viaje interior”.
Las personas mayores que viven solas porque han enviudado serían un caso aparte en todas estas consideraciones.
Para Rafael Santandreu, psicólogo y autor de El arte de no amargarse la vida
(Ed. Oniro), la gente está más sola que nunca por dos razones
contrapuestas:
“Porque no sabemos convivir en pareja y porque nos hemos dado cuenta de que no necesitamos hacerlo. Se trata de dos razones: una positiva y una negativa. La negativa es que muchas personas no saben convivir.
En mi libro EL PODER DEL ANONIMATO (Historia real de un anuncio en la red), 2012, también hago mención a este fenómeno: Con los años no somos más sabios, sino más egoistas e individualistas, nos cuesta cada vez más compartir nuestro espacio vital; nos sentimos invadidos en nuestra intimidad."
“Porque no sabemos convivir en pareja y porque nos hemos dado cuenta de que no necesitamos hacerlo. Se trata de dos razones: una positiva y una negativa. La negativa es que muchas personas no saben convivir.
En mi libro EL PODER DEL ANONIMATO (Historia real de un anuncio en la red), 2012, también hago mención a este fenómeno: Con los años no somos más sabios, sino más egoistas e individualistas, nos cuesta cada vez más compartir nuestro espacio vital; nos sentimos invadidos en nuestra intimidad."
Para hacerlo tienes que dejar de exigir al
otro nada. ¡Ni siquiera cuando tienes razón! Si mi pareja viene
enfadada del trabajo y rompe la vajilla, yo recogeré los trozos, bajaré a
comprar platos de madera y prepararé una buena cena para los dos. Otro
día, ya calmados, le diré: ‘Cariño, me gustaría que no rompieses nada en
casa, pero si no puedes dejar de hacerlo, yo te querré igual siempre!’.
Eso es sugerir en vez de exigir…
La gente no sabe hacer esto y la vida en pareja se convierte en un intercambio constante de exigencias.
La razón positiva: mucha gente se da cuenta de que no tienes por que vivir con nadie si no lo deseas, porque la soledad no es nada mala. Genial: ¡saber estar solo es también muy bueno! y una forma de no amargarse la vida”.
La gente no sabe hacer esto y la vida en pareja se convierte en un intercambio constante de exigencias.
La razón positiva: mucha gente se da cuenta de que no tienes por que vivir con nadie si no lo deseas, porque la soledad no es nada mala. Genial: ¡saber estar solo es también muy bueno! y una forma de no amargarse la vida”.
La visión que se tiene respecto a las
personas que viven solas varía según los expertos y según los propios
protagonistas de su ciclo vital. La mirada empresarial ha reconvertido
la soledad en el término single, de
connotaciones más placenteras o, como mínimo, asociado a la capacidad de
hacer y decidir lo que se quiera sin tener que dar explicaciones a
nadie. Según Carmen Lora, cada vez hay más mujeres que no tendrían
ningún tipo de problema para entablar una relación de pareja pero que
simplemente han decidido impulsar su carrera profesional
y vivir solas. “Tienen claro que no se van a casar, que no van a tener
hijos y que siempre vivirán solas. Tienen sus actividades y aseguran que
con esto ya tienen bastante. Y actualmente la satisfacción sexual ya no
es un problema o puede darse, sencillamente, que prescindan de ella”,
señala. Según esta experta, los grupos singles se multiplican,
sobre todo, en las grandes ciudades. “Personas que viven solas que hacen
actividades con personas que viven solas”. No es de extrañar que
proliferen los clubs de solteros y revistas on line
dedicadas a este colectivo, como el club Impar (Revistaimpar.com) y
Gente Single (Gentesingle.com). Conchín Para, fundadora del club Impar,
explicaba hace ya 12 años que la sociedad actual, “lejos de asociar a los solteros con
personas aburridas, los observa como unos afortunados que generalmente
no se privan de nada y no cesan de hacer planes”.
¿Es así? ¿Realmente
son más felices los que viven solos?
Sílvia Díez, filósofa, terapeuta y
coautora junto con la psicóloga y sexóloga Araceli Gutiérrez de A solas, la aventura de vivir (Ed. Luciérnaga), aporta un ejemplo de mujeres –no generalizable– cuya motivación
para vivir solas nace de “una contradicción. Es bastante habitual que a
partir de los 33 años se produzca una crisis de edad.
Vienes de una
pareja que no ha funcionado, y te planteas un proyecto de vida más
personal. Te abocas más a esta soledad. La asumes. Ya no compartes
proyecto común en tu vida. Haces más tu proyecto a partir de una experiencia negativa en pareja. Estás como resentida y acentúas el egoísmo”.
Jesús
Madrid, psicólogo y presidente de la Asociación Internacional del
Teléfono de la Esperanza, asegura que no toda la gente que está sola lo
está pasando bien.
“Las más de 300.000 llamadas anuales que se reciben
en esta asociación hablan por sí mismas del grado de sufrimiento
que la soledad causa en la sociedad española. El 70% de quienes llaman
son mujeres. Algo en lo que coincidimos con Estados Unidos y el resto de
países occidentales. Y no es porque a los varones les afecte menos: no
lo cuentan. El 35% de la población de entre 25 y 40 años vive sola. El
varón sufre de soledad tanto como la mujer, pero no lo cuenta y por eso
se nota menos. Las mujeres comunican mejor su angustia y también por eso
llaman más a nuestro teléfono”. Volviendo al caso concreto del colectivo
anterior, Sílvia Díez asegura que poco a poco “te vas volviendo más
exigente con la vida y con las posibles parejas. Ya no estás de la misma
manera abierta. Hay una parte interior tuya que está cerrada. Tienes
una creencia de que ya no puedes funcionar con nadie y acaba no
funcionando bien”.
Rafael Santandreu asegura que esta creencia
se puede cambiar. “Aunque parezca inverosímil, si dejas de creer en una
creencia neurótica, dejas de sufrir la emoción correspondiente”.
También asegura que sufrir en la soledad es una creencia. “Existe una
creencia irracional muy extendida que dice ‘es muy mala la soledad’ y
eso es una tontería. La gente que sufre la soledad es solamente porque
se dice eso, defiende esa creencia y experimenta las emociones
correspondientes. Si te convences a ti mismo con varios argumentos
racionales de que la soledad no es mala, te liberas de la emoción de
depresión asociada que sufren algunos. ¡Hazlo: reflexiona sobre ello
cada día hasta convencerte de ello! La soledad para mí es maravillosa.
Yo disfruto mucho de mis momentos de soledad –soy soltero y no tengo
hijos–. La manera correcta de vivir la soledad es imaginarla como una
pizarra vacía: la puedes ir llenando de todos tus nuevos proyectos
de vida. Recuerda que los objetivos más gratificantes se consiguen a
medio plazo y requieren cierta planificación y trabajo: ahí es donde
entran tus momentos de soledad, son necesarios para ello”.
¿Y qué
dice la ciencia?
Los científicos no se ponen de acuerdo sobre si vivir
solo es mejor o peor para la salud. Daniel Gilbert, psicólogo social,
profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, asegura que las
personas con pareja son más felices. La Fundación Española del Corazón
afirma algo parecido: “El amor influye directamente en la salud
de nuestro corazón”. Y la Sociedad Española de Cardiología añade que
para prevenir enfermedades cardiovasculares es bueno “favorecer la
presencia de sentimientos positivos reforzando nuestros lazos afectivos
con nuestro entorno”. En este caso no hablan de parejas. Pero otro
estudio indica que la pareja no es garantía de felicidad
y salud. Un estudio del Instituto Karolinska de Estocolmo demostró que
las mujeres con matrimonios estresantes tenían tres veces más riesgo de
ataque cardiaco que las que tenían buena relación de pareja.
Ante
esta dicotomía, Rafael Santandreu asegura que amargarse la vida no
depende de estar solo o no estarlo. “Yo tengo pacientes que viven solos o
en pareja, con hijos o sin hijos y vienen igualmente amargados.
Lo importante es ser fuerte a nivel emocional. Cuando lo eres,
necesitas muy poco para estar bien y, entonces, sabes disfrutar de las
pequeñas cosas que te ofrece la vida. Si no te comes el coco, tu mente
se abre a las mil y una oportunidades de divertirse,
amar, aprender… en cualquier situación: en Alaska o en Benidorm, incluso
enfermo o en la cárcel… Yo trato a personas que acaban de sufrir
adversidades importantes y les enseño a olvidarse de lo que han perdido y
concentrarse en sus oportunidades… ¡Y lo hacen! Entonces… ¿de qué me
están hablando los que se quejan de la soledad?”.
Sílvia Díez
distingue entre estar solo y sentirse solo. Hay personas que aun
viviendo con más personas (parejas o no), se sienten solas. En este
sentido, el 26% de los estadounidenses se califica de solitarios crónicos.
El 54% de los franceses afirma haber sufrido de soledad alguna vez. El
25% de los españoles dice sentirse solo con frecuencia. Hay tanta
soledad entre los solteros como en los casados, según el Teléfono de la
Esperanza.
¿Seguirá esta tendencia a vivir solos? Javier Elzo
asegura que la proporción de jóvenes que se proyectan en el futuro
viviendo solos no es tanta. Para muchos, vivir con alguien sigue siendo
un deseo. Esto no quita que el estar solo forme parte
de esta respiración entre lo externo y lo interno, entre lo social y el
diálogo con uno mismo. “Si estando solo no estás bien, raramente estarás
bien en pareja. Pero hay quien vive en pareja y es incapaz de ver al
otro porque requiere la voluntad de conexión y la
capacidad de vaciarse de uno mismo, una cosa a la que estamos poco
acostumbrados, ya que estamos llenos de nuestros discursos internos”,
termina por decir Sílvia Díez.
La "desgracia" y el peso de mi extraordinaria personalidad
¿Es
tan magnífico vivir solo? Mònica Lapeyra, psicóloga, experta en
programación neurolingüística (PNL) y risoterapia, explica que le parece
curioso, creativo y divertido encontrarse con personas entre los 40 y
los 50 que, después de una ruptura sentimental
y de vivir solas un tiempo, deciden buscar un compañero de piso, aunque
bien es cierto que en ocasiones es por necesidad a consecuencia de la
crisis. “En la juventud compartimos piso frecuentemente por motivos
económicos.
En este nuevo fenómeno social también puede haber
motivos económicos, pero también causas que no lo son. Por ejemplo,
según cuentan los implicados, se trata de tener compañía
y divertirse. Cuando no hay un imperativo dinerario y tampoco se trata
de encontrar alguien con quien mantener una relación sentimental, el
casting de los candidatos es más fácil. Las condiciones están definidas
desde el principio”. Pero esta experta pone sobre la mesa otro aspecto
que influye en la decisión de compartir piso o no. “Hay variables
relacionadas con la estructura de personalidad de cada persona que
influyen en que para unas sea más agradable vivir solas
y para otras lo sea vivir acompañadas. En el Eneagrama (tradición sufí
que describe nueve tipos de personalidad) podemos ver las diferencias
entre los tipos de personalidades (eneatipos). Por ejemplo, el eneatipo
Cinco, que se define como ‘el Observador’ y cuyo rasgo principal es la
avaricia, es un personaje que disfruta de estar solo, en especial aquel
en el que predomina el instinto de conservación o supervivencia,
al que se denomina ‘Cueva’. En cambio, el eneatipo Seis, en el que
predomina el miedo, a menudo está solo porque no se atreve a pedir por
timidez, aunque a menudo le gustaría estar acompañado.
No todo
aquel que vive solo lo hace por elección propia”. Mònica Lapeyra también
explica que en muchas ocasiones se suele relacionar el vivir solo con
ser independiente, “y eso puede ser cierto en algunos
casos, pero también es cierto que hay personas que viven solas porque no
encuentran compañía, porque no saben convivir y prefieren aislarse
antes que tener que esforzarse, o porque no se atreven a cambiar su
situación por la de vivir acompañados porque les parece que no sabrán
hacerlo, que es más complicado que vivir solo. Y aunque eso puede tener
una gran parte de verdad, también es cierto que las personas que viven
solas pueden volverse hurañas, tiranas y maniáticas con
el tiempo”. Esta experta señala que compartir es una experiencia que
brinda la oportunidad de crecer como personas porque hay alguien, el
otro, que pone límites, “que nos señala qué les gusta y qué no de
nosotros, que nos pide y que nos da feedback a través de sus acciones o de las conversaciones que se mantienen de facetas propias que no se desarrollan viviendo solo”.
También
hay ciclos vitales y de vida. “Hay temporadas en las que una persona
necesita vivir solo para encontrar una parte de sí que no encuentra
acompañado. Algunas personas deciden vivir solas en etapas de crisis
existencial, porque eso favorece la reflexión, la
concentración, a veces la práctica de la meditación, el
autocuestionamiento, la introspección. Yo conmigo, y nadie más.
Considero que es muy interesante para cualquier persona, con o sin
crisis, pasar una etapa de la vida sola, porque facilita el encuentro
con uno mismo”. Y para acabar propone una reflexión: “¿Por qué, si vivir
solo se supone que es tan interesante, se vive desde la independencia y
no hay que dar explicaciones a nadie, hay tantas
personas que no ponen fin a su relación de pareja por miedo a estar
solos, o ponen fin cuando han encontrado a otra persona?”.
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